15 septiembre 2006

Beheadings und Telegrafía


Cabezas que caen, ojos que vuelan

Una interpretación visual de El Melómano de Méliès, 1903

El arte de la interpretación (3 episodios). Programa TV Studio Magazine Cinematográfico, Canal 3, 1995. Santa Fe de Bogotá / El texto resulta de una invitación de Diego Carrizosa a participar en su programa, lo que derivó en una  delirante secuencia de imágenes sugerida por la extraña película. Esta es la versión escrita y aquí la visual.
 
 
Publicado en la revista Estrategia Económica y Financiera, diciembre 31 de 1995


 Más que un autor a la antigua, Georges 'Geo' Méliès (1861-1938) mago y cineasta conocido como el pionero de los efectos cinematográficos, fue el prolífico e imaginativo inventor, a la moderna, de películas del siguiente calibre :

Los Rayos X, Fausto en el Infierno, Desdoblamiento Cabalístico, Transmutaciones Imperceptibles, La Bailarina Microscópica, El Hotel Envenenado, Alucinación Farmaceútica, Desventuras de un Aeronauta, El Batallón Elástico, Fotografía Eléctrica a Distancia, Los Caballeros del Cloroformo, y La Serpiente de la Calle de la Luna.

Nombres que invitan a un espectáculo de revelaciones bajo carpas de circo clandestino, o como dicen los escritores, en 'barracas de feria' donde, paralelamente a los salones 'iluminados' de la Cultura conciente, se cultiva la lucidez en las venenosas maravillas de lo raro. Química popular del moderno experimento –juegos faústicos– recreaciones científicas que antecedieron nuestra domesticación televisiva.

Como en cualquier cabeza de artista, la delirante imaginación de Méliès parece girar alrededor de algunas obsesiones diseminadas en una filmografía de más de 500 títulos donde Cabezas y Diablos se alternan en un repertorio esencial al lenguaje ilusionista de la magia :

El Hombre con Cabezas, cuatro cabezas reemplazadas, una sobre otra, en una sobreimpresión de identidades repentinas. La famosa El Viaje a la Luna, cabezas que emergen de estrellas como conejos brotando de un hondo cubilete, actualizada en reciente versión de Las Aventuras del Barón de Munchhausen. El Melómano, cabezas como pájaros que cantan posadas en cuerdas telegráficas. Ejecución de un Espia, cayendo en canastos, escena de guillotina cuyo realismo produjo la primera censura oficial en la historia del cine. El Terrible Verdugo Turco, cuatro decapitaciones simultáneas y un solo golpe de espada. El Hombre con Cabeza de Caucho donde la gesticulante cabeza de Méliès se infla como un globo para terminar explotando... et cétera.

En cuanto a su obsesión con los múltiples quehaceres del diablo, la lista parcial es esta :

Magia Diabólica, El Gabinete de Mefistófeles, El Huevo del Hechicero, La Escuela Infernal, La Isla del Diablo, El Diablo en el Convento, El Buen Diablillo, Los Tesoros de Satanás, El Diablo Gigante, El Diablo Negro, Las Hijas del Diablo, El Inquilino Diabólico, Satanás en Prisión, Los Cuatrocientos Trucos del Diablo, Cuadro Diabólico... Para citar sólo algunas donde el asunto aparece declarado, pero ni mucho menos agota el repertorio de referencias abracadabrantes de este mago convertido en cineasta, cuando compró el teatro del famoso ilusionista Robert Houdin en 1888.

















En El Melómano (1903), brevísima película muda sobre un tema musical de 2:45, el mismo Méliès aparece en medio de un paisaje enmarcado por un par de postes telegráficos gesticulando como quien presenta una escena teatral. Acto seguido, se arranca la cabeza arrojándola hacia las cuerdas del telégrafo donde continúa haciendo muecas separada del cuerpo. Las cuerdas, acompañadas por una clave de Sol, forman un pentagrama gigante sobre el cual se inscribe la cabeza voladora como una nota musical en una partitura. Enseguida, con gran naturalidad, una nueva cabeza emerge milagrosamente de su cuello, y luego de desplazarse levemente a la derecha se la quita para arrojarla de nuevo... Después de una serie de autodecapitaciones burlescas unas señoritas se sitúan bajo el pentagrama portando cada una un cartón marcado con el nombre de una nota: UT, RE, SI, UT, RE / MI, MI, FA, MI, RE, UT / RE, UT, SI, UT, mientras Méliès ejecuta visualmente God Save the King, el himno británico, que es lo que finalmente 'cantan' las cabezas antes de transformarse en golondrinas que se hechan a volar!

La escena es extrañamente frenética y fluida, sorprendente. En su concentrada significación la película transcurre como uno de esos sueños que entendemos mientras estamos dormidos pero que no logramos descifrar a menos que permanezcamos en ese estado de duermevela, como espectadores atentos al espectáculo que nosotros mismos proyectamos, y donde parece que un secreto importante está a punto de ser revelado.


Globos y decapitaciones 

En 1783, a finales del XVIII, los hermanos franceses Joseph Michel y Jacques Étiene Montgolfier hicieron una demostración de su invento ante el Rey llevando en el globo (montgolfier) como pasajeros, un pato, una oveja y un gallo (la primera vez que un gallo volaba y un pato lo hacía sin tener que mover las alas). Ese mismo año, el médico Jean-François Pilâtre de Rozier y el noble François Laurent d'Arlandes se convirtieron en los primeros seres humanos que se elevaron en el aire.

En 1793, diez años más tarde, se llevó a cabo la revolucionaria decapitación de Luis XVI en la guillotina, y treinta años más, el asunto era ‘tema’: a un pintor romántico como Géricault le da por ambientar su estudio con 'naturalezas muertas' cuyos horripilantes modelos se hacía llevar de manera clandestina, compuestas literalmente con cabezas de decapitados y fragmentos anatómicos de algunos condenados. Castigo de ‘dispersión’ compensatoria a que eran sometidos quienes atentaban contra la integridad del Monarca.

study of feet and hands, c.1818-19



La guillotina invierte los datos tradicionales. Ya no es solamente el instrumento de una de-teologización del universo sino el instrumento de una cosmología negativa. A la jerarquía de las sociedades cerradas, ella opone desde entonces la igualdad de todos frente a la muerte (...) En este simbolismo, la cabeza cortada debería manifestar menos el temor de la pérdida y el duelo del Padre que la aparición de la matriz original, de la Magna Mater, la materia prima de donde nacerá el cuerpo social.

El orden instaurado es otro: la cabeza que mira es ahora mirada, levantada ante el pueblo como una medusa que ya no paraliza.

Coronaciones y decapitaciones son las dos caras de un mismo gesto. Méliès, a propósito de la primera, realizó la muy democrática Si J’étais le Roi (Si Yo Fuera Rey, 1910); y en Le Sacre d‘Eduard VII (La Coronación de Eduardo VII, 1902) recreó y filmó la coronación del Rey –en estudio– antes de que tuviera lugar el evento Real.

Napoleón, por su parte, en una actitud de moderna e imperiosa autonomía, declinando la imposición de un poder que no procediera de sus manos, se corona con las suyas prescindiendo de al menos una de las cinco secciones rituales en que consisten las coronaciones: el momento en que el nuevo monarca “rinde homenaje a las autoridades temporales y espirituales.” [1] Su arrogancia resulta entonces ‘popular’ de la misma manera que todos los Egos (como en el sanatorio) resultan napoleónicos.

Según Freud, "El rey sobrevivió a la caida de los reyes bajo la forma de un rey interno. El héroe de novelas y ensoñaciones, es su majestad el Ego." Pero la cabeza del rey Luis cae, produciendo una insospechada y brutal liberación de energía. Como si al romperse el dique monárquico, ese Yo conciente, esa cabeza coronada, unas fuerzas oscuras terminaran proyectadas sobre la escena como un tropel de caballos desbocados.

En sólo seis años se anticipó la exitosa "expansión de los gases" del globo Montgolfier a la Declaración de Derechos firmada el 26 de agosto de 1789, el año en que el señor Guillotin propuso su eficaz invento. Y mientras que algunos "interpretaban el fuerte énfasis en los derechos individuales como una expresión de la doctrina Calvinista de la libertad de conciencia", nosotros sospechamos, más bien, la inevitable expansión de una "libertad de inconciencia" aún no formulada.


Caballos y trenes

El caballo, junto con el desnudo, siempre ha sido una de las formas favoritas del arte. "Símbolo del psiquismo inconciente o de la psique no humana; asociado al arquetipo de la Madre en cuanto memoria del mundo, el caballo es el animal de las tinieblas y de los poderes mágicos así como de la impetuosidad del deseo".

Géricault nuevamente, interesado en el movimiento, es quien propone este animal en su más sintomática presencia. En el conocido Derby de Epson (1821), una de sus innumerables pinturas ecuestres, cuatro jockeys flotan suspendidos con sus cabalgaduras como si jamás hubieran tocado el césped en ese día oscuro cargado de premoniciones.

¿No tuvo acaso que ver el desarrollo del cine con una apuesta sobre si los cascos de un caballo trotando al límite de su velocidad pudieran verse todos, instantáneamente, separados del suelo?


El experimento fotográfico que Muybridge realizó para comprobarlo en la primavera de 1872, en Sacramento, California, en el rancho de su protector Leland Stanford (magnate de los ferrocarriles), transó de una vez por todas a favor de quienes suponían “un período de tránsito sin soporte ('unsupported transit')”. Es decir, la levitación simultánea de los cascos representada anticipadamente por Géricault. Tal y como celebraba un periódico de la época la novedad de estas revelaciones fotográficas a propósito de la nitidez con que se percibían los radios en las ruedas de los carretines:

“...the result was a novelty in photographic art, and a delineation of speed wich the eye cannot catch. At 2:27 the spokes of a sulky are invisible to the eye, as they spin around to fast that, taken separately, they are not distinguishable. The photograph shows each plainly, without blur”.

En febrero de 1804, la primera locomotora había sido puesta en operación en el sur de Gales, y no fue hasta 1825 que Stephenson inauguró la primera línea férrea para carga y pasajeros. El tren aparece entonces en escena y Turner lo pinta por primera vez en Lluvia, Vapor, Velocidad, su famoso cuadro de 1843. Título preciso en su encadenada secuencia de fenómeno atmosférico, energía aplicada y movimiento, describiendo en tres palabras la totalidad del proceso. Como si toda la letra implicada en el manifiesto de las declaraciones verbales viniera a resolverse en una sensación leída en lo más íntimo del cuerpo. Imagen dinámica donde la insólita presencia de una máquina (verdadera Anunciación industrial) vendría a traducir el espíritu implicado en cualquier Revolución.

Significativamente, el cuadro de Turner fue pintado un año antes de que fuera instalada la primera línea de telégrafo en 1844. Invención que resuena años más tarde en las declaraciones del capitán Nemo, personaje de Julio Verne y creador del Nautilus (bautizado en homenaje al submarino inventado por Fulton 70 años antes) cuando reconoce que en su nave alimentada por baterías "hay un agente poderoso el cual es el alma de mis dispositivos mecánicos. Ese agente es la electricidad". 

Mientras que Theniel (ilustrador por excelencia de las Alicias de Carroll) nos muestra a los dioses del vapor y del carbón preguntándose como un par de intrigados Reyes Magos sobre el nacimiento y el futuro de esta nueva criatura y sus impredecibles poderes energéticos.

O sea que de caballos y trenes, de la fuerza animal potenciada en vapor, pasamos a un tipo insólito de energía que, como enseña ejemplarmente Frankenstein, todo lo anima. Y así como el tren aparece ligado a la materialidad de los cuerpos, al transporte evidente de su peso, el "transporte" eléctrico no sólo es mágicamente instantáneo (como la fotografía) sino que resulta inmaterial como el pensamiento, cuya sede tradicional es la cabeza.

Tal vez para el mago inconciente, para el Méliès que imagina adoptando un sentimiento colectivo, el recuerdo profundamente instalado de la decapitación de una cabeza coronada, haya terminado por aligerar la carga ancestral, el lastre psíquico que percibimos en los caballos inquietos de la pintura romántica.

Cabeza ruidosamente proyectada –como el corcho triunfante del champán– en un transpaso súbito de cabalgaduras al galope mecánico del tren, experimentando por primera vez en la historia la insólita velocidad inaugural con su sucesión de imágenes cinemáticas en una secuencia como de sueños.


Cabezas que caen, ojos que vuelan

La velocidad busca el vuelo. La imagen de Nadar fotografiando Paris desde su globo, caricaturizada por Daumier, así lo muestra: si la cámara es el ojo sostenido entre las manos, también es la cabeza que ahora se levanta extendiendo su mirada panorámica 'a vuelo de pájaro', mientras el sombrero de copa (atributo de las cabezas masculinas del siglo diecinueve) vuela libremente 'decapitado' por el viento. El que viene a transformarse simbólicamente en la litografía de Redón, L’Oeil, comme un ballon bizarre se dirige vers l’infini (1882). Donde el ojo se hipertrofia en un globo que arrastra en su ascención la cabeza,colocada sobre un plato, desprendiéndose aún más radicalmente del cuerpo.

Orfeo, Jean Delville
En algunas imágenes de la decapitación de San Juan el Bautista o el desmembramiento de Orfeo, o porqué no, aquella del retrato compasivo que le hace a Cristo la Verónica, la cabeza separada brilla con un resplandor fosfórico. Cabeza-astro en el cuadro enjoyado de Moreau, disuelta en vibraciones de color según el tratamiento simbolista de Redon, o como la puso el poeta Laforgue, sostenida sobre el acantilado en los brazos no muy consistentes de su elocuente Salomé.

Or la, sur un coussin, parmi les débris de la lyre d’ébene, la tête de Jean (comme jadis celle d’Orphée) brillait, enduite de phosphore, lavée, fardée, frisée, faisant rictus a ces vingt-quatre millions d’astres.” ("Y ahora allí, sobre un cojín, entre los restos de la lira de ébano, la cabeza de Juan (como antaño la de Orfeo) brillaba, bañada de fósforo, lavada, maquillada, ajada, haciendo rictus a aquellos ochenta millones de astros.").

 Como si a la sede del pensamiento se le atribuyera ahora, más que un aura metafísica, el destello electrizado de su actividad.

Mallarmé, en su Cántico del Bautista, sintetiza el momento soberano en que la espada o el hacha la separa del cuerpo:

El sol que su detención
Sobrenatural exalta
Vuelve a caer enseguida
Incandescente

Yo siento en las vértebras
El desplegarse de tinieblas
Todas en un estremecimiento
Al unísono

Y mi cabeza surgida
Solitario vigía
En los triunfales vuelos
De esta hoz

Como ruptura franca
Tan pronto rechaza o zanja
Los viejos desacuerdos
Con el cuerpo

Que ella ebria de ayunos
Se obstina en seguir
En un turbado brinco
Su pura mirada

(...)


El lenguaje de los pájaros

Comic Art # 8 cover by Richard McGuire
the bird is the word
De lo teológico pasamos a lo tecnológico. Fenómenos como ubicuidad, telepatía, instantaneidad, desmaterialización, multiplicación, apariciones y levitaciones (como en los trucos de magia) ya no serán milagros religiosos o esotéricos sino que corren por cuenta de los 'efectos especiales' de la ciencia.

A la nueva criatura mecánica, a la 'hija nacida sin madre' (fille neé sans mêre, como la llamaban Duchamp y Picabia), a la máquina estimulada por los nuevos poderes de una musa científica lo que le faltaba no era más que el soplo, el principio luminoso, la descarga integral que animara sus entrañas.

Siguiendo los dictados de una lógica poética impecable (1903 fue también el año del vuelo inaugural de los hermanos Wright convirtiendo a los aviadores en los nuevos 'reyes del aire'), las ingrávidas y múltiples cabezas de Méliès terminan por posarse sobre las cuerdas del telégrafo correspondiendo a esa imagen subliminal por todos conocida, y por todos ignorada, de aves sobre una partitura de cuerdas. Lo que sigue es el transporte instantáneo, a la velocidad de la luz, de estas 'reproducciones mecánicas' mientras cantan God Save the King en total correspondencia.

En cuanto a la coronación, ella es la metáfora revolucionaria de todo el proceso: si la cabeza Real cae políticamente es para ser levantada científicamente como la popularización tecnológica de su luminosidad. Es así como en virtud de esta progresiva desmaterialización (“unsupported transit”), el antíguo dios de los hogares sale de la chimenea para convertirse en un fantasma ubicuo, electrodoméstico. Lo que sigue es un intenso, doloroso acomodo, en el cual el Lenguaje de los Pájaros, el argot del pentecostés inconciente, es la poética lengua de fuego que se instala una vez hayamos 'perdido la cabeza'.

Como dijo Joyce en la última de sus palabras trueno (thunderclaps, palabras de cien letras) que premonitoriamente pautan su telegráfico-nocturno último libro:

...Ullhodturdenweirmudgaardgringnirurdrmolnirfenrirlu
kkilokkibaugimandodrrerinsurtkrinmgernrackinarockar! Thor's for yo!


The hundredlettered name again, last word of perfect language. But you could come near it, we do suppose, strong Shaun O', we foresupposed. How?




El fluido ensamblaba los telégrafos, corría como una serpiente de fuego sobre las almenas
de las torres, brincaba por encima de las flechas de las catedrales
. -Grandville (1803-1847), Otros Mundos




Notas


[1] Según la doctrina del Derecho Divino de los Reyes -en la cual los soberanos son representantes de Dios “derivando su derecho a gobernar directamente de éste- su poder no está sujeto a limitaciones seculares; ya que sólo él sería responsable ante Dios. En el siglo XVII, esta doctrina estaba respaldada por los Royalistas ingleses contra los Parlamentarios, quienes mantenían que el ejercicio del poder político surgía de la voluntad del pueblo. La controversia, terminada en 1689, siguió a la Gloriosa Revolución en la cual Guillermo III y María II fueron coronados luego de conceder aceptación al Acta de Tolerancia y a la Declararación de los Derechos, los ‘Bill of Rights’. La doctrina del Derecho Divino, asumida plenamente por Luis XIV, fue uno de los elementos que condujeron a la Revolución Francesa”.

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Anexos


Edouard Chevret, Album comique. La Perroquettomanie, 1861


Mientras que los muchachos trepaban al pararrayos, Poitevin, en una ascensión ecuestre, atrapa de paso la jaula del loro y se la lleva

Frusquillard quiere arrancarse el cabello, pero el inconveniente de llevar una peluca le impide este alivio pleno

Esta nueva decepción lleva el colmo a su desespero y le hace perder la cabeza al momento en que iba a colocarse otra vez la peluca

Primera visión – Frusquillard, cuya cabeza a desaparecido, ve comenzar para él una larga serie de visiones abracadabrantes, al hilo de las cuales sin embargo se amarran sus impresiones pasadas

Segunda visión – Al paroxismo de la demencia sucede una postración horrenda durante la cual Frusquillard ve redondearse los domos como jaulas de loro

Tercera visión – Los domos de la ciudad, erizándose de pararrayos, son transformados al instante el erizos gigantes 






Albert Robida, Electricité (the great slave)


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