05 junio 2008

El cuestionario Proust reciclado



Publicado en la Revista Estrategia económica y financiera -Septiembre 15 de 1995.


















Manuscrito autógrafo de M. Proust, hacia 1885. Album inglés encuadernado y titulado:
Confessions. An album to record thoughts and feeling


Si bien las preguntas que conforman este cuestionario –un juego doméstico de orígen inglés– no son ocurrencia del escritor Marcel Proust (1871-1922), lo que lo erigió en prototipo fueron las respuestas que dio, primero a los 14 años, revelando un refinado y directo perfil femenino en un adolescente educado, y luego a los 20, introduciendo diferencias sutiles y netas. Desde entonces son muchas las personas, y los personajes, que se han ensayado en esta oportunidad de retrato. Equivalente portátil del psicoanálisis freudiano que surgió entre el XIX y el XX, el mismo período sobre el que se extiende la vida de Proust.

Sin embargo, a pesar del valor documental de los sentimientos y aspiraciones de la época registradas en estas detectivescas preguntas, se siente que carecen (como otros habrán ya notado) del mobiliario cultural al que estamos habituados. Lo que se propone, entonces, es una actualización comentada a partir de las preguntas originales y una que otra question agregada.



LAS PREGUNTAS (tomadas de los dos cuestionarios) + 13 SUGERENCIAS


[1] ¿Cuál sería para mí el colmo de la miseria? (Quel serait mon plus grand malheur?)  La inclinación de sus “hábitos introspectivos anormalmente desarrollados” nos enfrenta de entrada, y con sencillez despiadada, a uno de aquellos fantasmas que gobiernan los terrores humanos. En contraste,

[2] ¿Dónde quisiera vivir? (Le pays où je désirerais vivre) reacciona a la miserable situación anterior con ensoñadora y turística compensación geográfica. Igualmente,

[3] Mi sueño de felicidad (What is your idea of earthly happiness? -en el original inglés; Mon rêve de bonheur -versión Proust) no hace más que deslizarse por el tobogán del deseo señalado por el punto ‘de fuga’ de la anterior proyección.

Por esenciales, estas tres preguntas conservan vigencia. Todas interrogan la misteriosa y atávica incomodidad que percibimos a ratos en la vida. La tercera, en cambio, si nos atenemos a la precisión (terrenal) del inglés, permite suponer la posibilidad hipotética de una felicidad extra-terrestre. Pues, como dice la doctrina científica, a falta de cielo buenos son planetas.

[4] ¿Cuáles faltas me inspiran mayor indulgencia? (Fautes qui m’inspirent le plus d’indulgence) tiene en cambio el mérito de resumir en un espíritu más tolerante y más práctico (más aterrizado) la intimidación patriarcal de los Diez Mandamientos. Mientras que la siguiente, más selectiva,

[5] Mis héroes de novela favoritos (Mes héros dans la fiction) pone al descubierto la ansiedad del escritor por la supervivencia literaria de sus personajes (la propia). Lo que podríamos hoy complementar por un 'reparto estelar' más cinético, acorde con nuestra idea de lo legendario y lo mítico:

+ Mis superhéroes favoritos (suponiendo que los actores, haciéndo de héroes, adquieran virtudes bajo el efecto hipnotizante que el espectáculo produce en nuestra mente). Pregunta que incluye a nuestros héroes de historieta dibujados en cómics.

[6] Mis personajes históricos favoritos (Who are your favorite characters in history?) es una que viene enmarcada en dorado (bastante europea) y que tendrá validez mientras quede memoria, o hasta que el personaje en cuestión sobreviva al desgaste infligido por los medios masivos. La adolescente respuesta de Proust: “Una mezcla de Socrates, Pericles, Mahoma, Plinio el jóven y Augustin Thierry”, revela de todos modos afinidades combinatorias con el mito moderno de Frankenstein.

[7] Mis heroínas favoritas en la vida real (Mes heroïnes favorites dans la vie réelle) resulta ser una forma moderna de galantería al momento de sacarlas del reino intocable de la imaginación hacia el campo de pruebas de la vida real. “Una mujer de genio llevando una vida corriente” (A woman of genius leading an ordinary life), como anticipó la famosa respuesta de Proust, a los 14! y que en la segunda versión dejó sin contestar. La que a propósito de logros sociales deriva en:

+ Lo qué pienso de la liberación femenina

[8] Mis heroínas favoritas en la ficción (Mes héroïnes favorites dans la fiction) retoma con inocultable adicción la sublimación fantasiosa ante el encanto de siempre. Labor continuada por la industria del espectáculo y la publicidad con recursos formales aún más explícitos; todo con el fin de orientarnos hacia algo más concreto:

+ Las actrices y modelos que prefiero

Responder las que siguen:

[9] Mis pintores favoritos (Mes peintres favoris) y

[10] Mis compositores preferidos (Mes compositeurs préférés) supone la existencia de un fondo tradicional, cultivado. Notando de paso que la pintura (Picasso) dejó hace rato de ser popular, mientras que la música lo es cada vez más gracias a su capacidad de comunicación instantánea. Así, televisión - pintura + imágenes en movimiento = culturas de consumo veloz. [Cuando la lentitud se convierta en un arte, la pintura tomará su revancha]. Resumiendo:

+ Los artistas que más me interesan

Por su parte,

[11] La cualidad favorita en el hombre (La qualité que je désire chez un homme) y

]12] La cualidad favorita en la mujer (La qualité que je désire chez une femme), admiten todavía una cierta curiosidad heterosexual a pesar de todos los intentos -desafortunada o afortunadamente fallidos- de resolver la diferencia.

[13] La ocupación que más me gusta (Mon occupation préférée) y

[14] Aquello que quisiera ser (Ce que je voudrais être) enfrentan una actividad y un deseo a ver qué tan grande resulta la brecha entre un presente satisfecho y un futuro por ver. Por otra parte, si consideramos algunos detalles del lenguaje (las diferencias entre el qué, el aquello, o el quién), el cambio de “quién quisiera ser” por “aquello que quisiera ser”, supone posibilidades que desbordan las identidades humanas hacia una serie de encuentros cercanos de cualquier tipo. Criaturas, entidades, u objetos en los cuales podríamos encontrar alguna oportunidad de evasión.

Mientras tanto, ante la posibilidad de que esto pudiera llegar a suceder, la pregunta podría convertirse en

+ Aquello que quisiera tener. Ser y/o tener, la única pregunta del cuestionario hamletiano... Y toda la oferta tangible y medible que los ardides pragmáticos del american dream nos puede ofrecer.

[15] El rasgo principal de mi carácter (Le principal trait de mon caractère) resulta en cambio introspectiva en el sentido de que apunta socráticamente a la intención principal del cuestionario: conocerse. Como dijo Proust, “las personas enfermas se sienten más cercanas a sus almas.”

Lo que no tiene mucho que ver con la descarga adrenalínica que subyace en el espíritu competitivo. ¿Hay alguien más feliz que un comentarista deportivo?


Ante esto,

[17] Mi color preferido (La couleur que je préfère), así como

[18] La flor que más me gusta (La fleur que j'aime –agregada por Proust al cuestionario original), son preguntas clásicas, de reinado de belleza, certificando ambas la necesidad imperiosa y visual del bálsamo estético. En todo caso -y esperando que el invisible poder terapéutico de las ‘esencias florales’ le añada complejidad a la pregunta por la flor- resulta un tanto extraño que Proust, aislado en su legendaria habitación forrada en corcho, pretendiera también poner a raya el impetuoso reclamo olfativo. Agregamos entonces (por aquello del sugestivo olor que desprenden las almendras en las madeleines[1]) la pregunta que falta:

+ El aroma que más me impresiona, ofreciendo así mismo un espectro más amplio.

La que sigue, más zoológica,

[19] El pájaro que prefiero (L'oiseau que je préfère), y entendiendo que existen culturas de elevada conciencia ornitóloga –sensibilizadas en el entrenamiento perceptivo de las acuarelas y la poesía- nos resulta igualmente parcial. Sobre todo si tenemos en cuenta la variedad (cada vez menor) de la fauna no antropoidea y el juego de analogías insólitas que puede suscitar. De ahí que nos atrevamos a sugerir una opción admirativa más amplia sobre tan increíble repertorio:

+ Los animales más sorprendentes

De allí, el escritor en Proust -casi todo- retorna a la familiar

[20] Mis autores favoritos en prosa (Mes auteurs favoris en prose) y a su inevitable pendant,

[21] Mis poetas preferidos (Mes poètes préférés), suponiendo la sobrevivencia de esa especie también en peligro: el lector. Un par de preguntas que podrían plantearse más polémicamente, ya sea indagando por el estatus actual de la poesía,

+ Aquello que me resulta poético,

o por el arte de los directores de cine,

+ Los directores de cine que prefiero.

Continuando con este registro ejemplar,

[22] Mis héroes en la vida real (Mes héros dans la vie réelle), y su variante en género y lugar,

[23] Mis heroinas en la historia (Mes héroïnes dans l'histoire), ponen de manifiesto los tres espacios imaginarios en Proust: la historia, la ficción, y la vida real. Precisando que la idea popular del héroe actual difiere significativamente del héroe antiguo en cuanto los de ahora -aparte del heroismo fugaz, de noticiero, o héroe del día anticipado por Warhol[2]- son más pragmáticos y bastante más instrumentados. Como si la tecnología implicada en el adiestramiento normal mercenario (Rambo X, Terminator), otorgara un valor agregado. La pregunta entonces sería:

+ ¿Qué pienso de los héroes?

[24] Mis nombres favoritos (Mes noms favoris), aparte de la desapercibida proyección cabalística de los padres fascinados ante el nuevo retoño, esta pregunta nos hace pensar en las ocupaciones creativas del dandy, el crítico, el ocioso. Labor bautismal que mantiene esta pregunta vigente, tal cual.

[25] Lo que detesto por encima de todo (Ce que je déteste par-dessus tout) no debería por su parte ignorar la función terapéutica que podría tener una respuesta directa, diríjase o no a sí mismo -Muy advertidos de que la fijación en gustos y disgustos construye laboriosamente su jaula.

[26] Personajes históricos que más desprecio (Personnages historiques que je méprise le plus) continúa con el mismo veneno tardío -decir ‘Hitler’, aunque sea verdadero, no es muy original. Siguiendo con la tónica,

[27] El hecho militar que más admiro (Le fait militaire que j'admire le plus), una como para coleccionistas de soldaditos de plomo, resulta más bien napoleónica. Hoy por hoy podría indagarse por alguna proeza tecnológica, incluyendo por ejemplo el debate de si las bombas atómicas de Chirac en el ‘Pacífico’ son afirmaciones científicas o peligrosos rugidos políticos pasados de moda.

+ El hecho humanitario que más admiro ofrecería por su parte un contraste valioso a la ferocidad ancestral que sostiene la belleza estratégica del eventual casus belli o ‘motivos guerreros’. De ahí que a


[28] La reforma que más admiro? (La réforme que j'estime le plus), podría agregarse la variable inventiva como factor no-ideológico de reformas profundas. Como por ejemplo, la aplicación de códigos genéticos al lenguaje del computador con el objeto de producir vida artificial, y esas cosas.

+ La invención más sorprendente

Las que siguen pretenden tentar nuevamente la posibilidad personal, ensoñadora:

[29] El don natural que quisiera tener (Le don de la nature que je voudrais avoir) y

[30] Cómo quisiera morir (Comment j'aimerais mourir) representan inquietudes naturales que, según los avances de la bioquímica, podrían conducir hacia un tipo de prótesis biónicas o drogas metafísicas (el ‘cielo’ en un frasquito) para mitigar seriamente limitaciones precisas o casos terminales.

La penúltima,

[31] Estado presente de mi espíritu (État présent de mon esprit) es una pregunta muy útil para aterrizar de las dimensiones históricas y ficticias a una “realidad” por siempre entre comillas.

Para terminar, Proust propone la muy medieval

[32] Mi divisa (Ma devise) al estilo de los torneos en donde la reluciente armadura y su emblema distinguen al caballero en la decisiva batalla contra sí mismo. 

Respuesta que podría inclinarse hoy en día hacia otro tipo de ‘divisas’:

+ Mi slogan, que es como se llama en el torneo económico actual.


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Notas

1. The Proust connection

http://en.wikipedia.org/wiki/Madeleine_(cake)

Madeleines are perhaps most famous outside France for their association with involuntary memory in the Marcel Proust novel À la recherche du temps perdu (Remembrance of Things Past in the first translation, more recently translated as In Search of Lost Time), in which the narrator experiences an awakening upon tasting a madeleine with limeflower tea:

“She sent out for one of those short, plump little cakes called petites madeleines, which look as though they had been moulded in the fluted scallop of a pilgrim's shell. And soon, mechanically, weary after a dull day with the prospect of a depressing morrow, I raised to my lips a spoonful of the tea in which I had soaked a morsel of the cake. No sooner had the warm liquid, and the crumbs with it, touched my palate than a shudder ran through my whole body, and I stopped, intent upon the extraordinary changes that were taking place…at once the vicissitudes of life had become indifferent to me, its disasters innocuous, its brevity illusory…”
— Remembrance of Things Past, Volume 1: Swann's Way.

2. Warhol predijo con certeza el fenómeno de la fama fugaz, instantánea, cuando dijo que “todo el mundo será famoso al menos durante 15 minutos”. Lo que a estas alturas ya se ha confirmado.


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Vínculos

Acerca de:
http://fr.wikipedia.org/wiki/Questionnaire_de_Proust

Las respuestas de Proust:
The Infamous Proust Questionnaire
http://www.chick.net/proust/question.html

Para contestarlo uno mismo: [versión de 26 preguntas]
http://pagesperso-orange.fr/chabrieres/proustquestionnaire.html


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04 junio 2008

Arqueologías del presente



Reseña publicada en revista ESTRATEGIA económica y financiera -Septiembre 15 de 1995

Una pregunta a partir de Ensayo General, exposición de arte contemporáneo en la Biblioteca Luis Angel Arango del Banco de la República.


Antes, el artista trabajaba pensando que sus obras podían llegar a inscribirse en el espacio prestigioso del museo después de haber pasado por algunas colecciones privadas, acumulando prestigio a través del tiempo, gradualmente. Como esas pinturas chinas que se van adornando con los sellos de sus diferentes propietarios en una especie de curriculum explícito alrededor de la imagen.

Ahora el artista trabaja directamente para el museo en un acto de validación que prescinde de los juicios temporales que el museo, en cuanto depósito de valores certificados, supone. Ante esa inmediatez, los filtros de la crítica sobran.

Desde que se puso de moda la instalación (especie de escenografía ampliada a partir del collage con cosas de lo más heterogéneas), el asunto de los espacios contextuales del arte y sus consecuentes maniobras de legitimación se ha hecho cada vez más evidente.

Una instalación no es solamente aquello que se instala sino también, con frecuencia, el acto temporal, performático, en que inscribe su puesta en escena. También es usual que las obras, en ausencia del artista, vengan acompañadas de un verdadero manual de instrucciones con los detalles precisos relativos al montaje y su correcta manipulación. Sobre todo cuando las propiedades de los objetos y los materiales que intervienen poseen un carácter insólito y precario, altamente vulnerable. Como coleccionar, por ejemplo, dos metros cuadrados de pólen o una laja de mármol cubierta hasta los bordes de leche (piezas de Wolfgang Laib) sin que el polvo contribuya o el viento irrespete o evapore su tenue perímetro.

Pero como esto no ha de ser un obstáculo a las necesidades expresivas del artista, la instalación, cuando no aparece inicialmente destinada al espacio público y/o a su posterior destrucción (quedando tan solo el documento) está siendo pensada necesariamente en relación con la institución o el espacio artístico que maternalmente la acoge; lo que significa que es un tipo de obra concebida para esos lugares. Además, si no es el mismo museo de arte ¿quién las compra? No es difícil suponer que la disponibilidad del coleccionista privado pueda verse limitada por las minucias de su ubicación y los detalles de su conservación permanente.

La pregunta entonces, sería : si los museos de arte contemporáneo, por principio, coleccionan el presente ¿no es este un tipo de negociación que compromete al artista y a la institución en un juego de valoración inmediato –meramente contextual– en una evidente y muy paradójica arqueología del presente?

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