–
Por Ulf Linde
Publicado en la revista Gradiva #9, Año IV, octubre de 1990
(traducción del francés: mauricio cruz)
Sobre el color de Matisse -color en el sentido acostumbrado de calidad del color- uno no tiene ningún asidero. Es transparente, tenue tal vez, pero una vez que usted abandona sus cuadros, verá que lo han capturado. ... Matisse me interesa enormemente. Marcel Duchamp *
A la luz del escepticismo con el cual consideraba todo arte "que apele a los sentidos", la admiración de Duchamp por Matisse parece casi inexplicable; ¿dónde podría uno encontrar una pintura más dificil de explicar a un ciego que aquella de Matisse?
Las líneas que he citado como encabezamiento pueden también parecer intrigantes desde otro punto de vista.
¿El color de Matisse no impresiona, precisamente, sobre el momento? Sin embargo Duchamp percibe toda su intensidad después -"cuando usted abandona sus cuadros... ". Dice que el color de Matisse es tenue, pero no dice nada del rojo, el azul, el verde, tan intensos... ¿En qué sentido, entonces, puede pretender que sea difícil tener un asidero sobre esta simplicidad de tono? ¿Habrá respondido a su entrevistador con un ápice de ironía?
De ninguna manera.
Muy probablemente Duchamp cumplió aquello de lo cual dijo que ningún espectador calificado podría abstenerse, es decir, que "el espectador establece el contacto de la obra con el mundo exterior descifrando e interpretando sus calificaciones profundas".[1]
En cuanto a lo que es el color de Matisse -azul por ejemplo- no le preocupa, lo que sí le interesa, es lo que ese color significa: habiendo establecido un contacto entre el color y "el mundo exterior", sabe, por haberlo sentido, que esa relación -término que Matisse prefería a cualquier otro- subsiste aún después de haber abandonado lo que se ha visto.
Un prejuicio ampliamente difundido quiere hacer creer que las palabras serían a priori más "abstractas" que los elementos constitutivos de una pintura, que las manchas de color por ejemplo. Sin embargo, muchos de los que poseen la experiencia requerida para permitirse tal comparación, han podido convencerse de que los buenos poemas pueden hacer surgir "visiones interiores" mucho más precisas que las malas pinturas.
Courons vers l'horizon, iI est tard, courons vite,
Pour attraper au moins un oblique rayon!
(Corramos hacia el horizonte, se hace tarde, corramos rápido,
Para atrapar al menos un oblicuo rayo!).
¿Cuántos paisajes pintados tienen la capacidad de hacer ver tan claramente como estas líneas de Baudelaire?
De acuerdo, podría señalarse que un paisaje pintado, incluso si es un pegote, ofrece un número mayor de indicaciones: aquello, es un arbusto; y aquello, un arroyo, etc. ¡Podríamos extender la lista! Pero si se trata de una mala pintura esta serie de constataciones no va más allá de lo que se obtendría de un léxico con las palabras arbusto, arroyo, etc. Lo que significaría, en últimas, que los elementos de una mala pintura -así como las palabras de un léxico- no representan más que conceptos. (Este criterio negativo es igualmente aplicable a una pintura "abstracta" por ejemplo en la que un cuadrado verde no representa más que el concepto "cuadrado verde".)
Pero en realidad no se trata tan sólo de malas pinturas. Lo esencial es el acto mental por el cual se determina el sentido de un signo, sea éste escrito o pintado, estableciendo "el contacto de la obra" con... un concepto.
Para el nominalista que fue Duchamp, este acto era netamente insuficiente. Las indicaciones acerca de lo que es el objeto representado en el cuadro, sobre lo que es el color que uno ve... todo aquello no podrá dar nada más que clasificaciones. Sería perfectamente posible construir un aparato que se encargara de tales clasificaciones sin lograr jamás registrar "la misteriosa perplejidad" que es para Duchamp lo propio del arte: "la víctima de un 'eco estético' se encuentra en una situación comparable a aquella de un enamorado o un creyente que abandonando su ego exigente se somete perdidamente a una deleitable y misteriosa perplejidad", según dijo.
En nuestro contexto, no sobra resaltar hasta qué punto esta anotación se asemeja a aquello que Duchamp decía de Matisse: "... una vez que usted abandona sus cuadros, verá que ellos lo han capturado".
Si las palabras "un oblicuo rayo" se leyeran en un manual de óptica, representarían cualquier rayo oblicuo, es decir, una idea general, un concepto. Serían pues incapaces de suscitar "un eco estético", en el sentido en que lo entiende Duchamp. Y ya que este eco se percibe en la lectura de Baudelaire; encontramos ahí sin embargo las mismas palabras sólo que esta vez despiertan una visión interior única, que surge de lo más profundo que cada cual lleva en sí: precisamente la experiencia de la cual Duchamp ha dicho un día que era "la explosión solitaria de un individuo entregado a sí mismo".[2]
Pero esta "explosión poética" no se produce sobre la retina. En cambio, puede ser provocada por una impresión visual, por una pintura, así como por un poema. Un color negro, sobre un cuadro de Matisse, puede muy bien generar una fuerte visión interior -un "eco"- de una intensa claridad, y un rojo de cadmio luminoso, un "eco" ensombrecido. La poesía, "la explosión solitaria", no coincide con la sensación visual -aquella de un "azul" por ejemplo- que pueda designarse por una palabra, un término conceptual.
Para quien ha vivido esta irracional revelación, ese milagro que produce el color de Matisse, no le es difícil comprender en qué sentido Duchamp pretendía que uno no tenía asidero sobre el; ya que es de una inatrapable, de una indefinible precisión: exacto, sin tener que conformarse a un sistema. Tampoco es difícil comprender porqué podía decir: "El más grande de todos es Matisse".
-
N. T.
[1] El acto creativo
Session on the Creative Act. Convention of the American Federation of Arts. Houston, Texas, April 1957. Participants: Professor Seitz, Princeton University. Professor Arnheim, Sarah Lawrence College. Gregory Bateson, anthropologist. Marcel Duchamp, mere artist.
[2] Colegio -Ha de ir el artista a la Universidad?
Texto de una alocución (en inglés) pronunciada por Marcel Duchamp a raíz de un coloquio organizado en Hofstra el 13 de mayo de 1960.
-
* Leyendo la entrevista concedida por Duchamp a la revista Art and Decoration, New York, 1915 (recién desempacado de Paris a su temprana celebridad 'americana') me encuentro con la frase que introduce este texto, evidentemente más completa:
Redon est une des sources où Matisse s'est abreuvé, consciemment ou no. La couleur de Matisse n'a pas la solidité de celle de Cézanne, mail il ne faut pas le regarder de la même façon. Il n'y a rien que vous puissiez saisir dans la couleur de Matisse, pas dans le sens ancien de la qualité de la couleur. Elle est transparente, fin, peut être, mais quand vous vous éloignez de ses peintures vous vous apercevez qu'elles se sont emparées de vous.
–