20 enero 2007

Francisco (Kiko) Fernández


I -Reticencias

Exposición Centro Colombo Americano. Bogotá, 1994


Dígame usted, señor, no es el día igual de largo que de corto? Quiero decir, no tiene la misma longitud? –Lewis Carroll


Lo que resulta exitante en la situación paradójica planteada por Carroll es esa misma TENSIÓN que percibimos como necesaria al destello de su solución imaginaria. No lo uno o lo otro, sino la intuición de una alianza o de una anulación irrepresentable donde uno de los términos se permitiera (por alusión o "reticencia") el desbordamiento callado del papel en blanco; logrando de este modo el gesto de perfecto equilibrio frente a cualquier escogencia.

Frente al acto o el silencio, en aquel esbozo de tragedia, surge entonces el placer del no sometimiento a la pregunta que divide. El SINSENTIDO, ahí, lejos del cráneo que mide, arroja su aura de artisticidad. El sentido común (su duda implícita) puede entonces redimirse a partir del vértigo impecable de todo posible. Sensación “analfabética” o especie de jardín no plantado, pero que regamos con sólo mirarlo.



II -Pinturas "de oido"

Exposición Galería Garcés Velázquez, Bogotá, 2005














Cuando Francisco (Kiko) Fernández dice que decidió “despojar la imagen de toda referencia externa para buscar una obra que no tuviera nada que ver con la representación”, no está necesariamente sugiriendo que su pintura es abstracta. Cuando dice, en cambio, que le llamó la atención “trabajar con las posibilidades que puede brindar la serialidad” y que “a traves de articular las imágenes se puede generar una organización que posibilite variantes, reordenaciones, que renueve significados y desintegre lecturas”, está declarando (en cinético) el sentido probable de sus curiosas pinturas.

Curiosas porque más allá de la evidencia que ofrecen al ojo las aplanadas superficies, su pintura, a mi modo de ver, no corresponde exclusivamente a un planteamiento visual.

Los patrones rítmicos que determinan sus pinceladas matemáticas (trazos rectos que se describen a sí mismos como “veladuras”), asi como la multiplicidad de transparencias cruzadas que generan, terminan produciendo, más que un objeto, el efecto atmosférico de una ‘cortina’ tejida sobre un campo de luz. Como si en lugar de mostrarnos directamente la figura en la imagen tuvieramos que intuirla desplazada, sumergida extrañamente en el fondo luminoso del cuadro. Interceptando con las veladuras la posibilidad de un evento visual ‘detrás del vidrio’; de aquello que pudiera aparecer representado en pintura, capturado.

[¿Será que en la velocidad ambiental en la cual se sumerge el objeto, el deseo prescinde del tacto y la necesidad de atrapar se virtualiza?]

Kiko, el sujeto que pinta (y su mano) desaparece también, camuflado, en la impecabilidad ‘tecnológica’ del procedimiento. Antes que proyectarse sobre el registro inmediato y material, impregnando los rastros del trabajo con cualquier ‘temperatura’, el artista reproduce la particularidad emotiva del espacio mental en que se desenvuelve. No ya el telón de fondo, escenográfico, para una figura central, definida; sino más bien la inquietud temporal, electrizada, que corresponde a su calculada, inteligente y muy personal coreografía.

En este sentido, podemos suponer que las pinturas seriales de Francisco Fernández podrían muy bien representar una imagen acústica; la ‘partitura’ de un lenguaje de ritmo donde lo visual y su imagen, como referencia afectiva, se ven sutilmente desplazados por la eficacia estructural de un tejido sonoro. Especie de capullo resonante donde un enjambre de ‘frecuencias moduladas’ ejerce el efecto cuasi-amniótico de un hipnotismo ritual, contemporáneo.

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(English version)

Painting ‘for the ear’


When Francisco (Kiko) Fernández says that he decided to “strip the image of all external references so as to find an oeuvre that would have nothing to do with representation,” he is not necessarily suggesting that his painting is an abstract one. Instead, when he says that he was interested in “working with the possibilities offered by serial rendering,” and that “the articulation of images may generate an organization that allows for variants, reorderings, renovation of meanings and disintegration of readings,” he is declaring the probable meaning of his curious paintings.

‘Curious’ because, beyond the visual evidence of their flat surfaces, his paintings -to my mind- do not correspond exclusively to a visual statement.

The rhythmic patrons that determine his mathematical brushstrokes (unswerving traces that describe themselves as “transparencies”), as do the multiple intersecting effects generated by the brushstrokes, end up producing -more than an object- the atmospheric effect of a ‘curtain’ woven over a field of light. Instead of directly showing us a figure on the surface, the paradoxical brushstrokes suggest her displacement into the luminous background of the canvas, while intercepting what could appear represented or ‘captured’ in painting, thus effacing the possibility of a visual event ‘behind the glass.’

[Could it be that in the atmospheric speed in which contemporary objects are submerged, desire dispenses with touch and the need of ‘capturing’ becomes virtualized?]

Kiko, the subject that paints, also disappears, as does his hand, camouflaged in the impecable ‘technology’ of the process. Rather than proyecting himself onto the immediate and material register or impregnating the traces with any personal ‘temperature,’ the artist reproduces the emotional particularity of the mental space in which he moves. It is not so much the scenic, background curtain for a centrally defined figure, but rather a temporal and electrified disquiet that corresponds to his precise, intelligent, and very personal choreography.

In this sense, we may suppose that the serial paintings of Francisco Fernández could well represent an acoustic image: the ‘score’ of a rhythmic language where visuality and its image, as an affective reference, are subtly displaced by the structural efficiency of a sonorous embroidery. A type of resounding cocoon where a swarm of ‘modulated frequencies’ exerts the quasi-amniotic effect of a hypnotic, contemporary ambiance.

(Traducción: Patricia Zalamea)

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