13 mayo 2006

Un díptico (dos sueños)


Publicado en el Magazin Dominical de El Espectador #729 (04.05.97)


























I

Hay que tomarla del brazo!
(sueño del 26 de mayo de 1990)

Le pido a mi madre, como recuerdo, dos platos, una taza y una jarra decorados con rosas pequeñas, únicos sobrevivientes de una vajilla que pertenecía a mi abuela en la que solíamos tomar chocolate con mis hermanos cuando llegábamos del colegio.

Años más tarde, el día anterior a este sueño, le había quitado el mango de madera a una brocha de 3 pulgadas (de esas de 'pintor de brocha gorda' con cerdas negras de nylon) porque me parecía más cómodo cogerla directamente desde la base de lata. En principio, no parece haber relación entre estos dos eventos.

El sueño:

Robert Doisneau, 1953
Me veo viajando en el Metro. La atmósfera me recuerda a Paris. Una escena muy cargada, concentrada en sí misma; una especie de viñeta oscura que se cierra sobre sus bordes difusos. Estoy sentado sobre uno de los asientos plegables al lado de la puerta corrediza. Desde ahí veo como la puerta de enfrente se abre y se cierra al pasar por cada estación. Sin embargo, no recuerdo haber visto entrar o salir a ninguna persona. Sólo siento el tren correr en medio de un estrépito sordo, sin detalles.

Enseguida, interceptando visualmente la puerta, veo a una mujer de espaldas con una gabardina beige y el cinturón entallado; parece como si hubiera estado ahí todo el tiempo, sosteniéndose en medio del vagón con la mano izquierda, firme y delicada, sobre el tubo vertical, reluciente. No veo a nadie más. Después de una cierta tensión ambiental, de una urgencia, oigo una voz interior que me dice : Hay que tomarla del brazo!  Sin pensarlo, me levanto y tomo su brazo izquierdo con mi mano derecha, y enseguida la imagen se cierra sobre sí misma y desaparece como en las películas mudas, dejando en su lugar una oscuridad como de terciopelo, compacta. Luego de un intervalo de cinco segundos aparece este objeto suspendido sobre el fondo negro : un plato mediano decorado con motivos de rosas sostenido en su base por el mango de una brocha sin brocha. En su extraña y económica elaboración el sueño terminó por reunir en un objeto nuevo el plato de la vajilla y el mango.


Al despertarme, obedeciendo las precisas 'instrucciones' dictadas en el sueño, lo primero que hice fue buscar la manera de pegar el mango al plato para dar cumplimiento a una voluntad que, en toda evidencia, me sobrepasaba.

El caso es que la brocha ya no pinta, mostrándose ahora receptiva y dispuesta, como una brocha 'atenta'.

...

Tiempo después, la disponibilidad ofrecida por los platos (el otro recibió igual tratamiento) termina por acoger unas pelotas de letras, fundidas en porcelana, que se depositan sobre el plato como un 'alimento'.



















II

El plato de la momia

El 12 de febrero de 1937, Edgar Cayce, "el hombre más misterioso de América", telépata y vidente, médico reconocido por sus extraordinarios poderes curativos, tuvo un sueño en el cual "se descubrían en Egipto unos escritos antiquísimos y que una momia volvía a la vida y ayudaba a traducirlos". Curiosamente, en medio de su labor traductora, la momia pedía le fuese preparado un alimento reconstituyente.

Cayce, siguiendo su método de caer en un profundo trance durante el cual auscultaba a sus pacientes, muchas veces a distancia y en otras ciudades, dictaba un diagnóstico preciso así como una receta adecuada al tipo de organismo específico o "cuerpo" que estaba tratando. En varias ocasiones, a través de estas llamadas "lecturas", Cayce recomendó la receta solicitada por la momia :
Media taza de dátiles deshuesados y picados
Media taza de higos secos (brevas) picados
Una y media taza de agua
Una cucharada sopera colmada de harina de maiz (Maizena)

Cocer a fuego lento removiendo con frecuencia durante diez minutos o más. Servir con leche o nata. Para 2-4 platos.
Las vendas son de rigor.