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Publicado en el MAGAZIN DOMINICAL de El Espectador #702 (27.10.96)
*reseña
“El autor fundó y dirige desde 1985 el Laboratorio de Medios (Media Lab) del Massachusetts Institute of Technology (MIT)... el mayor y más importante instituto de estudios e investigación interdisciplinaria de futuras formas de comunicación... Su libro ha sido traducido a doce idiomas y es un best-seller en los Estados Unidos y Europa.”
Así y todo, y a pesar de que el asunto de los bits es el punto básico en cuanto unidad irreductible del lenguaje electrónico binario, Being Digital, el libro de Negroponte, una entusiasta y sorprendente relación de las proezas tecnológicas de esos bichos que se mueven a la velocidad de la luz, va produciendo a lo largo de su lectura un fastidio generalizado seguido de una objeción muy precisa: ¿Cómo es que a medida que el confort, esa especie de cielo funcional, avanza, las personas directamente involucradas en su desarrollo van haciéndose cada vez más declaradamente simplistas e ignorantes ?
Si utilizo el plural es porque el caso Negroponte me hace pensar en Spielberg y en toda esa mentalidad norteamericana basada en la política comunicativa de que el lugar común, sea cual sea el asunto, vende más. Personajes como Carl Sagan -monaguillo de la cruzada científica- respaldan igualmente esa fe en los dividendos de un mundo cada vez más limpio y más blanco, mientras se resisten a reconocer y aceptar el mugre natural de unas condiciones humanas tan fundamentales como pueden ser los bits de información.
En el capítulo titulado En lugar de disecar una rana, construya una, comienza diciendo: “La mayoría de los niños estadounidenses no saben cuál es la diferencia entre los países del Báltico y de los Balcanes, ni quiénes fueron los Visigodos, o en qué época vivió Luis XIV. ¿Y qué ? ¿Se trata acaso de algo tan importante ? ¿Sabía usted que Reno está al oeste de Los Angeles ?”... Detrás del evidente espíritu práctico, y a pesar de las equívocas argumentaciones educativas que expone a continuación, el complejo de inferioridad del estadounidense promedio con respecto a culturas verdaderamente cultas como la francesa o la japonesa, busca evadirse en la positivista filosofía doméstica adoptada como argumento único de fondo: “... jugando con la información, en especial con temas abstractos, el material cobra mayor significado ... Y, !Oh maravilla !, mi hijo, de pronto, supo como sumar mentalmente cifras de tres o más dígitos. La razón era que habían dejado de ser números abstractos, carentes de significado, para convertirse en dólares que estaban relacionados con comprar y hacer cosas.”
Ejemplos de este tipo abundan en su libro entremezclados con sorpresas tecnológicas de primer orden, lo que lo justifica ampliamente en términos didácticos, pues no se trata, en lo más mínimo, de minimizar su importancia. Pero si lo que se busca es iniciarse en la trama de las implicaciones de los medios en la vida actual con todos sus matices, recomiendo un regreso a McLuhan en cuanto a imaginación, penetración y calidad humanística.
Negroponte, en todo un despliegue -no exento de rústica vanidad- termina necesariamente por afrontar el tabú camuflado en todo tecnócrata: sus predicciones sobre el arte del futuro -ya que el del pasado, para él, posee el mismo estatus de “un determinado vino Chardonnay o una cierta marca de cerveza”. Del mismo modo que para Bill Gates, los "misterios del arte" son el muro invisible con el que se topa finalmente el entusiasmo materialista proyectando ahí mismo la inocencia de un mundo dominical, meramente divertido, en donde “el límite entre el trabajo y el juego se irá diluyendo”, pues, “todo lo que importaba era ser un niño”.
... Si Nicholas, sí: eso es bueno, sano, y deseable. Pero, si seguimos así, ¿qué ejemplo le vamos a dar a nuestros robots ?
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Anexos:
1. Entrevista en la revista Wired con Negroponte.
2. Aventuras de un computador de manivela: The Laptop Crusade. Y también http://www.laptop.org el sitio oficial del proyecto.
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