09 febrero 2007

Sobre el "estado de las artes" en la Universidad



Publicado en la revista ESTRATEGIA Económica y Financiera -Dic 15 de 1995


















Si la Universidad representa las ideas de la sociedad a la cual pertenece, hablar de ARTE en la UNIVERSIDAD nos ofrece una medida de cómo se asimila y entiende.

Asimilación que puede ir de lo perfectamente evidente a lo tácitamente irrelevante, todo poque la actividad que el arte supone se percibe como portadora de una 'diferencia incalculable' frente al sentido funcional que justifica plenamente las otras disciplinas. Una actividad prestigiosa, es cierto (más bien suntuaria), que no se considera más allá de un gracioso ornamento del saber y no como un fundamento del mismo.

Si pensamos en la idea popular que se tiene de la Historia del Arte, ésta consiste en un compendio increíble de estilos (cuando se piensa en la antigüedad) y en una desafiante sucesión de movimientos (cuando de arte moderno se trata). En cuanto se relaciona estrechamente con la idea de VALOR, un Arte con mayúscula, la primera se postula como un hecho cumplido por fuera del alcance de la crítica. La segunda, en cambio, propone el artista moderno como una especie de héroe en solitario (sin iglesia y sin monarca) cuya única opción consiste en imponer sus visiones sobre la capacidad de comprensión de sus contemporáneos. Es así como del personaje Leonardo pasamos al caso Van Gogh en lo que tienen de más característico. Como si al artista del siglo XX le correspondiera adoptar el papel oscuro, no solicitado, de explorar las necesidades subterráneas de su época.

Por otra parte, es una simple constatación el darse cuenta que la historia del arte es también la historia de sus redefiniciones en ajuste constante al imperativo social y al tipo de poder que prevalece. En este sentido, la historia nos muestra cómo la práctica artística fue pasando de unos oficios mecánicos, propios del régimen artesanal corporativo en la edad media, a un régimen de artes liberales (1793) donde el artista individual adopta un estatus cada vez más autónomo llegando a disponer, en los dos últimos siglos, de una diversidad ilimitada de medios, sobre todo a partir de la fotografía y el collage en el cubismo. Con la consecuencia de que el oficio tradicional, representado en los paradigmas de la pintura y la escultura, se ha ido expandiendo a lo que podríamos llamar un oficio posible, que como su nombre lo indica no puede transmitirse de antemano.

Lewis Carroll - La Caza del Snark (fragmento)
En esta perspectiva, al no ser ya el oficio normativo lo que determina y califica el hecho artístico, lo que constituye todo proceso creativo no podría ser otra cosa que un PENSAMIENTO ARTÍSTICO, especie de ciencia–poética–intuitiva que se erige como paradigma o común denominador de todos los oficios posibles, cuya forma particular de pensamiento (diferente a la filosofía y la ciencia) enfatiza lo mental/imaginario sobre las destrezas manuales, donde las técnicas surgen de las ideas que corresponden a sus medios.

Según McLuhan, “el artista es la única persona en la cultura cuya tarea es volver a entrenar y poner al día la sensibilidad. Su tarea ha sido la de informar sobre la naturaleza del fondo al explorar las formas de sensibilidad que cada nuevo fondo o modo de cultura ponen disponibles, mucho antes que el hombre corriente sospeche que algo ha cambiado (…) como mediador cultural el rol del artista es mantener a la comunidad en relación consciente con el fondo cambiante y oculto de sus objetivos preferidos.”

Sin embargo, esta disposición exploratoria que el Arte representa no ha logrado inscribirse con claridad y autonomía suficiente en la institucionalidad académica. Si bien ha habido un reconocimiento tangencial a la ubicuidad y el impacto significativo sobre el tejido cultural que poseen las imágenes, está por atenderse la función integradora de sus formas simbólicas al momento de interceptar las otras profesiones como mediador o conector interdisciplinario.

A partir de la fragmentación que caracteriza los modelos profesionales (especializados) los programas educativos han padecido una asimetría notable. El resultado es un desequilibrio entre lo personal intuitivo y lo impersonal racional, enfatizado éste último en un mundo cada vez más acelerado y complejo cuando lo que se requiere es una educación integral, más imaginativa y abierta, capaz de afrontar situaciones imprevistas, diversas.

Tony Cragg - Loco, 1988
Paralelo al acelerado desarrollo tecnológico a lo largo del siglo XIX, el Arte ha venido registrando una serie de transformaciones subliminales, profundas. Si la sociedad no lo 'entiende', es porque 'habla' un lenguaje no-verbal que la conciencia letrada, propia de la educación convencional, no favorece. El no reconocerse en los artefactos e imágenes que el arte le ofrece, delata una forma de resistencia cognitiva señal de una profunda división con respecto a sí misma, donde la interioridad memoriosa –el archivo total, depositario de una tradición espiritual o conocimiento inconsciente– comienza a quedar por fuera de su alcance, con el desarraigo y confusión identitaria que esto conlleva. 

En su ensayo de 1919, Tradición y Talento Individual, T. S. Eliot consideró la totalidad del lenguaje y la cultura como un fondo unificado con el que tenía que relacionarse el individuo. Según McLuhan, Eliot resaltó el punto de vista de que “toda forma de arte, desde Homero hasta el presente, formaba un órden simultáneo y que la nueva experiencia motivaba, renovaba y recuperaba este orden en forma perpetua”. Su enfoque simbolista del lenguaje, el arte y la comunicación está muy bien indicado en su celebrada definición del sentido histórico en la poesía: “Los monumentos existentes –las grandes obras- forman un orden ideal entre sí que se ve modificado por la introducción de las nuevas (realmente nuevas) obras de arte entre ellos. El orden existente está completo antes de que llegue el nuevo trabajo; ya que para que el órden persista después de sobrevenir la novedad, todo el orden existente debe ser alterado, aunque sea muy levemente; y asi se ajustan las relaciones, proporciones y valores de cada obra de arte en relación con el todo. Y esto es conformidad entre lo viejo y lo nuevo.”

Cada obra “realmente nueva” lo que hace es proponer un ajuste que convierte los objetos en procesos, dinamizando la información en un reciclaje de combinaciones productivas. La idea de Eliot, al tiempo que extiende en todas direcciones el poder de lo creativo, posee el mérito de recuperar la conectividad con el pasado de modo que lo individual a su vez se dimensiona en un juego amplio de reciprocidades.

En The Book of Tea, Okakuro Kakuzo dice : “El presente es la infinitud en movimiento, la legítima esfera de lo relativo. La relatividad busca ajuste : el ajuste es arte. El arte de la vida yace en un constante reajuste a lo que nos rodea.”

Lo universal, esa universitaria palabra, podría tal vez encontrar, gracias a las aplicaciones de un pensamiento artístico integral, inclusivo (y no excluyente, como propone la novedosa tradición de la ruptura), el cumplimiento de una excelencia : The state of the arts, o el 'estado de las artes' en la universidad, como señal de que la cosa funciona.

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Notas:

1. Algunas de las ideas aquí expresadas se desarrollan en Implicaciones de un Oficio Estallado, artículo publicado en este mismo blog, donde se confrontan modelos educativos para programas de arte.

2. Como un complemento indirecto, mi traducción de The Agenbite of Outwit -texto seminal de las ideas de McLuhan.

3. También puede encontrarse aqui un comentario crítico del ensayo de Eliot.

4. El artículo Fron YouTube to YouNiversity publicado en el weblog oficial de Henry Jenkins, profesor de MIT, actualiza y desarrolla aspectos pertinentes.

The modern university should work not by defining fields of study but by removing obstacles so that knowledge can circulate and be reconfigured in new ways. For media studies, that means taking down walls that separate the study of different media, that block off full collaboration between students, that make it difficult to combine theory and practice, and that isolate academic research from the larger public conversations about media change.


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