Publicado en la revista ESTRATEGIA Económica y Financiera -mayo 15 de 1995.

VENDIDA EN 17.5 MILLONES DE DÓLARES (Sotheby's Nueva York. Noviembre 1988) ESTA PINTURA CONSTITUYÓ UN RECORD PARA UN ARTISTA VIVO. LA RELACIÓN ENTRE LA OBRA Y EL PRECIO OBTENIDO ES ALGO QUE DESAFÍA LA COMPRENSIÓN LÓGICA EN CUANTO NO HAY UN VÍNCULO FÁCILMENTE DISCERNIBLE ENTRE EL VALOR ARTÍSTICO Y EL VALOR COMERCIAL.
Jasper Johns, False Start, 1959
(170.8 x 137.2 cms.)

El intervalo misterioso que une la cantidad al objeto, enfrenta dos lenguajes cuyos modos de valoración no tienen mucho que ver: el precio es una manifestación, en lenguaje monetario, de un proceso invisible manifestado artísticamente. Esta traducción de un lenguaje a otro sólo se produce si la obra pertenece a un medio artístico incorporado al mercado, al mercado del arte. De lo contrario, resulta tan ajena a este sistema de valoración como el dinero para Robinson Crusoe cuando encontró monedas entre los restos del barco naufragado.
McLuhan dice que “al igual que las palabras de un lenguaje, la moneda es una acuñación de trabajo, habilidad y experiencia lograda comunalmente... y en la misma forma que el reloj separa visualmente el tiempo del espacio, también la moneda separa el trabajo de otras funciones sociales... En una sociedad altamente letrada y fragmentada el tiempo es dinero y el dinero es acumulación de tiempo y esfuerzo de otras personas.” Y si estamos hablando del valor de una pintura, cómo representar esa acumulación de tiempo y esfuerzo en 17 millones de dólares?
Sir Alfred J. Munnigs,
The Start of a Horse Race, 1952

Jasper Johns, Jubilee, 1959

Para quien esté familiarizado con percibir y atribuir valor a objetos materiales, este fondo especulativo alrededor de manchas y nombres de color puede parecerle incongruente con respecto a su idea de lo que le parece una “buena pintura”. La apreciación materialista del oficio en una pintura digamos de Rubens o Vermeer, le demuestra la calidad de trabajo, habilidad y experiencia que la convierten -independientemente del tema y las ideas- en un objeto valioso.
Una profana objeción a la mayoría de las obras de arte del siglo XX tiene el popular argumento de que “eso lo hace cualquiera”… El espectador no suele tener en cuenta que todo trabajo ejercido sobre la materia “aunque sólo haya sido el acarrearla desde alguna distancia, acumula trabajo e información o conocimiento técnico en el mismo grado en que algo se le ha hecho”. De modo que por un lado hay información (nueva forma de capital), y por otro, la idea, sorprendente, de que “el cazador y el pescador primitivo no trabajan, del mismo modo que tampoco trabaja el poeta, el pintor o el pensador de hoy. Pues en aquello en que interviene la totalidad del hombre no hay trabajo. El trabajo comienza con la división de valores y la especialización de funciones y tareas que se da en las comunidades sedentarias agrícolas.”; tal y como termina de puntualizar McLuhan recuperando la idea del trabajo como actividad integrada.
En qué sentido, entonces, la 'información' contenida en los nombres y las manchas de colores del cuadro de Johns se corresponde con la cantidad del valor económico?
Evidentemente se trata de un gesto alterno, de una jugada especulativa de naturaleza extra-artística que entra a modificar un campo político, económico (Newhouse posee otros Johns) o simplemente afectivo. La cifra no está traduciendo un “trabajo” en el sentido convencional, sino que a partir del reconocimiento internacional alcanzado por Johns replantea estratégicamente ciertas posiciones sobre el tablero. Es sabido que Newhouse se propone donar su valiosa colección al MAM de Nueva York. En ese caso, False Start se incorporaría a dicha institución como “valor consignado” de la cultura norteamericana haciendo que la cotización histórica de dicha cultura, en cuanto imagen de identidad, aumente en la pugna característica frente a la cultura europea y su sistema museal; es decir, como “banco de moneda artística” o forma de poder psicológico representado en Memoria. Un “capital” que los norteamericanos están siempre dispuestos a confrontar con poder económico y que los japoneses, a juzgar por lo que dejan ver las recientes subastas, están entendiendo muy bien.
De todas maneras, la pintura en cuestión (vendida en US$3.150 en 1960) continúa ofreciéndose, artística y económicamente, como un acertijo.
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“The problem is that although art has always been a commodity, it loses its inherent value when it is treated only as such. To lock it into a market circus is to lock people out of contemplating it. This inexorable process tends to collapse the nuances of meaning and visual experience under the brute weight of price. It is not a compliment to the work. If there were only one copy of each book in the world, fought over by multimillionaires and investment trusts, what would happen to one's sense of literature -- the tissue of its meanings that sustain a common discourse? What strip mining is to nature, the art market has become to culture.” -R. Hughes
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